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EL ARTE DE VOLAR

La aerodinámica, el viento y su velocidad, la temperatura  y la termodinámica, las corrientes ascendentes y descendentes, el despegue y el aterrizaje, altitud y presión atmosférica y un sin fin de términos técnicos más, que claro está no estamos capacitados para hablar de ellos, pero en esta ocasión no nos referimos a la malla curricular de una academia de vuelo o lo que tiene que estudiar un aspirante a piloto de línea aérea comercial o de un piloto de combate de un avanzado avión de guerra, no, hablamos de conocimientos que se heredan genéticamente, es como si nosotros al nacer nuestros genes ya contuvieran toda la información necesaria para ser el mejor en una profesión determinada, experto en informática, operador de alguna maquinaria, arqueólogo, astrónomo, medico… o piloto, etc.

Pero esa no es nuestra naturaleza, por cierto que no lo es, en este caso hablamos de una especie de ave rapaz, el Geranoaetus polyosoma (aguilucho) de las muchas que hay en Chile, una biodiversidad interesante para un país estrecho de cordillera a mar, este depredador se distribuye en todo el territorio nacional tanto continental como insular, mide entre 45 a 55 cms de largo y como en muchas especies presenta dimorfismo sexual, ya que el macho es más pequeño que la hembra, estos jovencitos tienen en sus variadas etapas de desarrollo distintas coloraciones en el plumaje, en este caso dominan el marrón y el café.

Nos encontramos en el borde del secano costero, en la región de Coquimbo, al sur del gran desierto de Atacama en la zona mediterránea de Chile central, como dato extraordinario esta es una de las 34 zonas hotspot con mayor biodiversidad del mundo caracterizadas por un alto endemismo, además de ser una zona transicional de varias especies tanto de flora como de fauna.

Caminando por una abrupta y contrastante geografía de delicados ecosistemas de roqueríos cubiertos de flora de la franja litoral como Eulychnia castanea (Copao de Philippi), Nolana crassulifolia (Rosa brava), bastantes Eriosyce subgibbosa (Cactus rosados) y grandes dunares llenos de fauna pelágica costera que existe en gran parte al vital e infinito ciclo del agua, fuertes ráfagas de viento refrescan nuestro andar y nos invitan inesperadamente a presenciar un hermoso espectáculo natural, que para sus interpretes es un acto cotidiano, pero para nosotros un ejemplo de supervivencia y adaptación evolutiva, tres a cuatro juveniles de aguiluchos se entrenan desafiando a los vientos oceánicos tan poderosos que les permiten planear sin moverse ni aletear.

 

 

 

Así quietos, estáticos y sin mayor esfuerzo, este simple acto al hombre le costo siglos desarrollar una tecnología adecuada para lograr ese tipo de maniobra aérea, sin ir muy lejos cabe recordar a Leonardo DaVinci que soñaba con sofisticados artilugios tecnológicos que lograran volar así, hoy los helicópteros y los drones que si bien pueden hacer eso, están supeditados a leyes de aerodinámica muy limitantes, no así la aves, ellas son la mayor y más significativa maquinaria natural que colonizó los cielos, desde que las primeras especies lo lograron hace millones de años.

Vemos como hacen vertiginosas piruetas, incluso desafiando a la gravedad, remontan altura con las corrientes ascendentes… se mantienen inmóviles y en milésimas de segundo pliegan sus alas hacia atrás como un proyectil, lanzándose en picada a velocidades irrealizable para cualquier aparato humano, estas acciones, cada una de ellas tiene un propósito determinado para su supervivencia diaria, todas ciertamente relacionadas con la caza y la depredación como ente controlador dentro de los ecosistemas que habitan.

En lo que parece un juego para nosotros, descienden y toman ramas de los arbustos achaparrados que se aferran al borde costero con sus garras poderosamente adaptadas para capturar todo cuanto se mueva, para ellos es un entrenamiento serio y vital para coger presas en el suelo con tal rapidez y efectividad letal que la presa no llega a saber qué le sucedió.

El delicado hilo de la naturaleza depende de que estas jóvenes aprendices aprendan no sólo a controlar su equipo de vuelo, sino que también sepan sacar el máximo de provecho a sus certeras habilidades heredadas, para garantizar la sustentabilidad de su especie y sus generaciones venideras.

Eventual y probablemente no tengamos la oportunidad de ver a estos juveniles de águila en particular de nuevo y menos como adultos cazando en su hábitat y tal ves sea lo mejor, en algún grado las intenciones muy válidas de conservación, de una u otra manera no dejan de ser invasivas, a la larga nuestra presencia igual afecta al comportamiento de las especies o a la apreciación de estas a su hábitat … ya ellos nos regalaron un hermoso momento intimo de su conducta en el largo camino de desarrollo y aprendizaje, una exhibición aérea del más alto nivel acrobático, de las que serán por cierto, sus habilidades más excepcionales de caza.

     

Revista BIOMA 

2023

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