FENOMENOS NATURALES QUE FORMARON CULTURAS
El pasado 14 de marzo fuimos testigos de un evento astronómico, que, a pesar de su simpleza mecánica y visual, no pasó desapercibido, simpleza por que los eclipses lunares son relativamente recurrentes, estos suceden cuando la Tierra se cruza entre el Sol y nuestro satélite natural, con ello la luna entra bajo el manto de la sombra de la Tierra impidiendo que la luz de nuestra estrella llegue a la superficie lunar.
No obstante, en esta ocasión pasada, la luna no desapareció en la oscuridad del cielo nocturno, sino que más bien se tiñó de un hermoso resplandor rojo anaranjado, por el efecto de la Dispersión de Rayleigh*. Este fenómeno natural se debe a que parte de la luz del Sol atraviesa la atmosfera terrestre para tocar la superficie de la luna, es como ver nuestro atardecer reflejado en el regolito o suelo lunar.
Ahora, ¿qué es la dispersión de Rayleigh? Es un fenómeno que de buena forma nos explica por qué vemos el cielo azul de día o porqué vemos los hermosos atardeceres, en el caso de Chile, caer sobre el basto océano Pacífico. Se provocan estos fascinantes colores porque la luz visible se dispersa mejor en longitudes de ondas cortas, como el azul para el día que las longitudes de onda largas como es el color rojo.
En este pequeño universo de explicaciones científicas ante un fenómeno natural relativamente común, pero que en su simpleza hay tal magnificencia, nos preguntamos, ¿Cómo fue ser testigo de fenómenos como la luna de sangre para quienes simplemente no tenían conciencia de su origen y menos de su naturaleza?
Y para entender un poco esta pregunta, de cómo pudo ser la cosmovisión ancestral de los primeros Homo sapiens ante espectáculos como estos, deberíamos tratar de ponernos en su lugar, haciendo un pequeño ejercicio que, de seguro, no nos llevará a la respuesta dado nuestros sesgos culturales que ya están arraigados en nuestros genes. Esta reflexión la hizo la astrofísica Isabelle Gavignaud, doctora en ciencias exactas. “Lo mejor es imaginarse lo que observaría uno si se encontrara sobre una isla… solo… y por un choque emocional, se olvidó de su cultura, de lo que sabe, ¿Qué se imaginaría del universo?”
Entonces nos encontramos ante un paradigma, diametralmente opuesto a lo que hablamos en los primeros párrafos sobre la explicación científica disponible, hoy tenemos ciencias que nos explican los fenómenos, no obstante, miles de años atrás no existía nada de eso, nada que nos permitiera entender nuestro entorno, por ejemplo; un relámpago, un terremoto, un tsunami, una erupción volcánica, incluso la lluvia o la falta de ella... los eclipses.
Los primeros atisbos de inteligencia en los humanos se presentaban como pensamiento, digamos, más analítico basado en la observación reflexiva sobre hechos intangibles como la muerte o un más allá, el impacto que tenía ver un cuerpo que ya no respondía a los estímulos, que no respirara, tal vez hicieron nacer la sensación de ausencia y con ello aparece el sentimiento de pena y con él, el respeto por esa pena o por quien expresa (llora), eso llevó al entierro ceremonial o es más, a tomar ese nuevo estado del cuerpo como un viaje, de ahí los objetos funerarios encontrados en sitios arqueológicos con datas de hasta 78.000 años antes del presente…
Estos actos de entendimiento del mundo intangible pudo ser la fuente que dio origen al chamanismo y el misticismo mágico con eventos materiales como los eclipses que muchas culturas interpretaban como que una criatura se tragaba el Sol, pero el chaman en su visionaria percepción, lo convertía en hechos legibles e interpretables ya sea que fueren a su favor para obtener poder sobre los otros o para designar los destinos de su grupo social, decisiones como hacia donde ir o cuando detenerse.
Imaginen y ubiquen el eclipse de la luna roja del pasado 14 de marzo de este año, hace casi 100 mil años antes del presente, los ojos de estos humanos se abrían perplejos ante el espectáculo nocturno, seguro sus corazones latían fuerte por el temor, sus sonidos guturales rompían el silencio de la noche, el color rojo ya era conocido por los primeros humanos, la sangre. Ya sea que está fuera de sus pares o de los animales cazados, de este color podrían provenir significados y significantes potentes para estas sociedades primigenias.
La sangre, por cierto, debió estar asociada a dos eventos negativos unos y positivos otros, el primero, la muerte de un ser querido en una acción de caza, accidente o ataque animal, y la otra positiva porque el rojo, la sangre era sinónimo de bonanza alimentaria, la carne, una fuente crucial de proteínas para los primeros humanos y sus familias.
Eso significaba tal vez un eclipse de luna roja, anunciaba la muerte o la vida, pero ¿de qué pudo depender? La verdad, es difícil determinarlo, sólo sabemos una muy pequeña fracción de la historia intangible de nuestros antecesores, quienes se desplazaron por territorios nuevos e inexplorados a merced del entorno y desde fenómenos naturales astronómicos más significativos como los eclipses hasta pequeños y sutiles cambios climáticos que los ponían a prueba más allá de sus propios límites físicos y mentales.
Hay mucho por aprender y claro está que la ciencia de alta tecnología como en la que vivimos hoy ayuda bastante, pero también es primordial entender los orígenes del todo y de todos, porque no se puede llegar a los últimos peldaños de la evolución, si es que los hay, sin haber pisado conscientemente el suelo que los aloja.
Lord Rayleigh, fue el primero en describir este fenómeno en 1871
Fotografías de eclipses NoirLab
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2025