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El Milagro Carmesí del Atacama,
La Búsqueda de la Garra de León

Por la ruta costera de la Región de Atacama, donde la aridez suele dictar la ley, ocurre una rebelión biológica. El Parque Nacional Llanos de Challe se convierte en el epicentro de un estallido de vida efímero, custodiando a la joya más codiciada del desierto florido: la mítica Garra de León (Bombarea ovallei).
El desierto de Atacama es conocido mundialmente por ser el más árido del planeta. Es un lugar de silencios prolongados y tonos ocres. Sin embargo, cuando el fenómeno de El Niño trae consigo las lluvias invernales, ocurre lo imposible: las semillas que han dormido bajo la arena ardiente durante años —a veces décadas— despiertan.
Este evento, conocido como el Desierto Florido, no es simplemente "flores en la arena"; es una carrera contra el tiempo y el sol, una demostración de resiliencia biológica que transforma dunas y llanuras en alfombras de púrpura, amarillo y blanco. Pero entre los millones de Añañucas (Rhodophiala bagnoldii-amarilla-) y Patas de Guanaco (Cistanthe laxiflora), existe una flor que reina sobre todas, una especie que no se entrega a la vista fácil del turista apresurado, la Bombarea ovallei.

Llanos de Challe: El Santuario de la Niebla

Ubicado en la provincia de Huasco, aproximadamente a 40 kilómetros al norte de Vallenar, el Parque Nacional Llanos de Challe es el escenario principal de este drama natural.
A diferencia del desierto interior, este parque es un refugio costero. Aquí, la camanchaca (la espesa niebla costera) juega un rol vital. Humedece la tierra y acaricia los cactus Copiapoa (Copiapoa dealbata), permitiendo la vida en un entorno hostil. Es un ecosistema de matorral desértico donde los guanacos pastan tranquilos frente al océano Pacífico.
"Llanos de Challe no es solo un parque; es un laboratorio de evolución al aire libre. Es el último gran refugio para especies que no existen en ningún otro lugar del universo”.

La Mística de la Bomarea ovallei

Si el Desierto Florido es una constelación de estrellas botánicas, la Garra de León (Bomarea ovallei) es su supernova.
Esta flor no crece en grandes prados abiertos como la Añañuca. Es solitaria, selectiva y posee una arquitectura compleja. Endémica de Chile y restringida casi exclusivamente a esta zona costera, la Garra de León es una planta rastrera que busca el apoyo de otras matas para alzar sus "garras" hacia el Sol.

 

¿Por qué genera tanta fascinación?

Su Rareza: Está clasificada como una especie en peligro de extinción. Verla es un privilegio estadístico.
Su Forma: No es una sola flor, sino una inflorescencia; un racimo compacto de hasta 20 flores tubulares que se curvan evocando las garras de un felino.
El Color: Su rojo intenso (y a veces variantes amarillas) contrasta violentamente con el suelo grisáceo y las rocas oscuras, creando una imagen casi hipnótica.

La Cacería Fotográfica

Existe una "mística" entre los fotógrafos de naturaleza y botánicos aficionados que visitan Llanos de Challe. Encontrar una Garra de León en su máximo esplendor se vive como una cacería pacífica.
No se encuentra a orillas de la carretera principal. Hay que caminar, adentrarse en los senderos autorizados, mirar bajo los arbustos y tener paciencia. Cuando uno finalmente se topa con ella, la sensación es de hallazgo arqueológico. Es una flor pesada, carnosa, que parece casi artificial por su perfección geométrica.

Un Tesoro Frágil

La belleza de la Garra de León es también su maldición. Su hábitat es limitado y su reproducción depende de condiciones climáticas muy específicas. Además, su espectacularidad la hace víctima del tráfico ilegal y del daño por turistas irresponsables que pisan sus raíces o cortan sus tallos.
El mensaje de los guardaparques de CONAF es claro: El desierto florido se mira, pero no se toca.
Cuando el sol del verano comienza a endurecer nuevamente la tierra, la Garra de León se marchita, y la planta se retira bajo el suelo, volviendo a su letargo. El rojo carmesí desaparece, y el desierto recupera su silencio, guardando el secreto de su belleza hasta que la próxima lluvia decida despertarlo.
Visitar Llanos de Challe durante la floración no es solo turismo; es ser testigo de un milagro de supervivencia que nos recuerda que la vida, incluso en las condiciones más extremas, siempre encuentra una forma de prevalecer.


Fotografías
Lorena Huidobro L.

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