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En el borde costero de Chile hay, como ya sabemos, una gran cantidad de hábitats y en ellos una gran biodiversidad, especialmente de avifauna tanto pelágica como terrestre, nidificantes o migratorias.

En este escenario, hay especies que tienen como hogar lugares que no son necesariamente hoy por hoy del todo seguro para ellos y que ciertas personas inescrupulosas por decir lo menos y en buenas palabras, los invaden y no respetan estos frágiles territorios costeros, especialmente los que poseen sistemas dunarios, ya que son zonas preferidas para “jeepear” hacer “motocross” o simplemente “meter” camionetas hasta la orilla misma de las playas.

Una de esas especies que ocupan precisamente esas playas es el Pilpilén común (Haematopus palliatus), con su característico pico rojo que destaca en los tonos arena de las playas y el intenso azul del mar reflejo del cielo nortino despejado.

Son casi las 8 am cuando llegamos al secano costero de Huentelauquén en la región de Coquimbo, provincia del Choapa. Atravesamos ventosas llanuras que también son hogar de especies como las perdicitas (Thinocorus rumicivorus), los pachurrones (Oreopholus ruficollis), los coruros (Spalacopus cyanus) o el degú (Octodon degus). El viento constante silva entre algunas cactáceas que se mecen impávidas ante nuestro paso, a la distancia podemos ver largas y solitarias playas que son flanqueadas de oriente a poniente por las dunas y el mar, la perspectiva aérea y la bruma matutina dan magia y mística a estos lugares que simplemente son invisibles desde la carretera 5 norte.

Hay que decir que no se requiere de ningún esfuerzo de observación ni tiempo para encontrar pilpilenes en estas costas. El Pilpilén, como indicamos antes es fácil de divisar, pero eso no es sinónimo de que sea abundante como las palomas de la plaza, es más, sólo se estima una población nacional aproximada de unos 38.310 individuos entre Arica y la Isla de Chiloé.

Esta ave es exclusivamente costera y de estuarios fangosos, porque se alimenta de ostras y otros moluscos que recoge en las bajadas de marea o bajos y entre las rocas.

Es enero y la postura de huevos del Pilpilén es en octubre, alargándose a veces hasta diciembre, por ende, era una buena fecha para ver polluelos que, dicho sea de paso, a diferencia de sus padres son muy difíciles de ver, por dos razones simples, una es que tienen una coloración perfecta como camuflaje símil de las tonalidades de arena o restos de algas varadas que se secan al Sol y cualquier cosa que les sirva para ocultarse.

La segunda razón es por que son muy obedientes, sus papás emiten un grito de alarma y los polluelos simplemente se agazapan casi a ras de suelo y se congelan, así es, se quedan tan quietos cual piedra haciendo que sea prácticamente imposible detectarlos.

Y bueno, esa tremenda habilidad natural, es de alguna manera también un arma de doble filo, puesto que es ahí donde radica uno de los mayores peligros para esta especie, el Pilpilén nidifica en las dunas o a pocos metros de la playa donde hayan piedritas o conchilla, no hay gran ingeniería en su nido ya que simplemente usan depresiones en la arena donde los huevos se mimetizan con el entorno haciéndose invisibles a la vista, sucediendo entonces los fatales atropellos a las nidadas con huevos o a los polluelos cobrando víctimas fáciles de las ruedas de estos vehículos con conductores irresponsables.

A este mal se debe sumar también la ocupación humana con proyectos inmobiliarios en las costas que cada vez son más frecuentes de ver y que desmontan hábitats completos con estos erróneos conceptos de “desarrollo” y para qué decir sobre la presencia de perros abandonados que se asilvestran y en su lucha instintiva por sobrevivir arrasan con cuanta víctima indefensa se les cruza, estos hitos son de un tremendo impacto negativo para el proceso reproductivo de esta especie y su población.

Mientras caminamos pausadamente por este ecosistema, son visibles las evidencias de lo que hablamos, trazos de ruedas que por lo visto no tienen un camino definido porque se mueven por todos lados y casi en todas las direcciones. Con los cuidados que amerita estar en una zona que debiese estar protegida, nos encontramos con un nido y dos huevos color piedra y en otro sector de la playa logramos captar a un polluelo oculto, queremos consignar que usamos para esto un lente de 600 mm para evitar aproximarnos y ahuyentar a los padres que a la distancia vigilan nuestros movimientos e igual buscan maneras distraernos de la ubicación exacta de sus dos polluelos, es anecdótico que da la impresión que incluso para mantenernos ocupados en ellos, posan para la cámara como diciendo “Aquí me tienes, no necesitas más”.

Es importante saber más sobre esta u otras especies, información sobre la taxonomía, conocer datos duros sobre población y distribución geográfica o tips anecdóticos sobre sus hábitos, pero más que eso es muy importante conocer también las realidades actuales de los hábitats que los albergan sobre las amenazas que se ciernen sobre ellos, qué sucede en los hábitats, si están o no protegidos con leyes ambientales, si hay proyectos inmobiliarios o mineros que los municipios debieran conocer con anticipación y si los hay, que tengan sus estudios de impacto ambiental de manera transparente, correcta y seriamente elaborados, como también hacer denuncias de vertederos ilegales o intromisión de vehículos motorizados en áreas de nidificación que además tengan flora y fauna expuesta.

Hay mucho que aprender y aprender a proteger de los hábitats y su contenido biológico. 

Revista BIOMA 2022

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PILPILÉN, sobreviviendo en hábitats peligrosos

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