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La madre naturaleza no deja de sorprendernos, nos trasladamos al Parque Humedal Río Maipo, en Santo Domingo, en la región de Valparaíso, ahí nos encontramos con un hábitat rebosante de vida, un eterno palpitar de avifauna costera que van y vienen por nuestras cabezas.

El océano es el marco sonoro perfecto para contextualizar esta experiencia, el Parque Humedal Río Maipo es un ecosistema protegido con matorrales, pajonales, dunas y un concurrido estuario que es antesala de la playa, se trata de un terreno de 33.36 hectáreas, que, si bien es cierto, no es enorme, no obstante, alberga a más de 180 especies de aves que representan, como bien lo indica en su website, el 34% de la avifauna nacional y el 94% de ellas son endémicas o nativas de Chile.

Y en este increíble y maravilloso escenario, caminamos por sus senderos muy bien elaborados, que permiten una lectura perfecta del lugar y cómo se debe respetar cada milímetro de suelo, para llegar muy cerca del estuario, donde hay habilitado un mirador, que es casi como “hide” de observación de fauna, donde nuestro asombre aun nos emociona, un centenar de aves retozando al Sol, todas mirando al horizonte, en un ambiente que para ellas, y claro está para nosotros también, es un paraíso con alimento, agua y protección para nidificar, descansar, aparearse o simplemente para ver cómo nosotros, los humanos, los miramos y admiramos.

Entre ese ajetreado pulular de pájaros, hay Pilpilenes (Haematopus palliatus) una especie sumamente delicada y en peligro, patos, gaviotas y gaviotines entre otras, pero había una en particular que abundaba y que tiene habilidades únicas y excepcionales que nos cautivaron, es más, esa particularidad le da su nombre vernáculo o común “Rayador”, hablamos del Rhynchops niger un ave migratoria de la subespecie cinerascens* que tiene una manera inconfundible de acceder a su menú diario, que claro está, compite en habilidad con otras aves pelágicas como el Piquero (Sula variegata) que cae en picada para cazar peces, bueno el Rayador no cae en picada pero “raya” la superficie del agua despertando la atención de los peces, que en una segunda pasada rayando los captura, ahora la pregunta es ¿Qué hace que los peces se vean atraídos a este corte de agua? Un misterio más para agregar a la lista de las maravillas de la madre naturaleza, obviamente para los peces no será ninguna maravilla.

Lo llamativo de esto, es que el Rayador se ha adaptado tanto aerodinámica como físicamente a sus requerimientos alimenticios, es decir, su peso y su morfología cuentan con un diseño especializado para realizar vuelos rasantes que permiten que, por ejemplo, el pico entreabierto del ave se sumerja sólo unos centímetros en el primer paso, y un poco más en el segundo paso que es cuando atrapa a los peces, una maravilla de la ingeniería natural.

El rayador es un ave que depende exclusivamente de peces, de camarones y uno que otro insecto de aguas superficiales, por tanto, como ave migratoria, que no anida en Chile, busca humedales costeros con estuarios amplios o ríos para efectuar su arte del vuelo rasante y como viajero estival, llega a finales del mes de septiembre a Chile, marchándose en mayo hacia el norte de Sudamérica o Norteamérica, dependiendo de la subespecie, como por ejemplo la subespecie intercedens para Brasil y el noreste de Argentina (que ha sido registrada en territorio chileno) o niger para las costas de California, Carolina del norte y Centro América hasta Panamá.    

Cuando observamos a los rayadores a la distancia, nos damos cuenta que felizmente es una especie abundante, porque prácticamente dominan el paisaje y no presenta riesgos de conservación, por lo menos así lo indica la IUCN en su Red List of Threatened Species (Lista roja de especies amenazadas) aunque en Chile no existe una clasificación al respecto, no obstante, la preocupación se centra, no en el ave en sí, sino en la conservación de los hábitats que el rayador y toda la avifauna frecuentan, viven, nidifican, se alimentan y se reproducen. Ese es el foco de preocupación tanto nacional como internacionalmente de un casi sin fin de agrupaciones y organizaciones que lidian día a día, con las amenazas, que quede claro, todas son generadas por los humanos, desde contaminar las aguas hasta dejar sueltos o abandonados a animales domésticos en hábitats que son a evidentemente nichos de vida para muchas especies.

Ver al rayador volar, junto con otras muchas aves, no es una postal bonita para compartir en las redes sociales, es por lejos mucho más que eso, es saber que cada acto de concientización, cada esfuerzo de conservación son sin duda alguna un día más ganado en la línea de tiempo, que nos permitirá ir dejando un ecosistema sano para las futuras generaciones.

 

*De 3 subespecies reconocidas, sólo dos llegan a Chile la cinerascens y la intercedens

Fotografía página 6 y 7
Manuel Pinochet Rojas

Fotografías páginas 12-13 y 14
Pablo Maass Zepeda

Revista BIOMA 2024

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RAYADORES, maestros del vuelo rasante

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