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ARRIBA EN LA CORDILLERA

Es pleno verano y la cordillera de los Andes tiene otro aspecto, no aquel blanco nevado que tiene en invierno, a pesar de que los inviernos ya hace tiempo que no son los mismos de antes por el cambio climático. Al contrario, presenta más bien el aspecto de las tierras más bajas del semiárido, agreste y con tonalidades apagadas de siena y amarillo.

Fuimos en busca de una tradicional actividad económica conocida como la “Feria de los quesos” en plena cordillera de los Andes. En el camino montañoso nos encontramos con una rara especie de la flora nativa andina, una Caiophora coronata, una planta con rizomas y floraciones blancas con forma de cojín laxo, haciéndole honor a su apellido científico parece una corona hecha por una florista para un evento en particular. Sin embargo, no hay nadie a estas alturas, no se divisan ni aves ni mamíferos silvestres, pero seguramente es una aseveración equivocada, dado que estos macizos andinos son hábitats de muchas especies tanto de flora como de fauna, pero que no son fáciles de ver.

Pero, además, estos parajes de altura albergan muchas historias, tanto o más que ningún otro sitio de nuestro angosto y largo país, son historias de supervivencia, de alegrías y tragedias humanas que ya muchos conocemos, así como otras que se pierden en el anonimato.

Entre estas historias está, por cierto, la de los trashumantes o crianceros de cabras, personas que no nos son ajenas por su legado patrimonial y pintoresco oficio ancestral.

El principal sustento de las familias de crianceros prácticamente se basa en sólo un subproducto de la cabra, el queso, una maravilla culinaria artesanal muy cotizada en los mercados locales y que hoy por hoy, dada la compleja situación climática que ha dado como resultado una persistente sequía, su elaboración se ha vuelto más escasa, debido a la disminución de superficie de los pastos de cordillera o vegas, verdaderos oasis naturales ricos en agua y los nutrientes que las cabras necesitan para dar buena leche, la materia prima del queso de cordillera.

A pesar de esta compleja situación de sequía que se a arrastrado por años, las lluvias del 2022 mejoraron en parte la merma de zonas de pastoreo por lo que la producción artesanal de queso de cordillera no se puede detener, es ahí entonces, cuando las mulas vuelven a sus labores de carga, una vez elaborado los quesos y han reposado hasta estilar la última gota de suero, las curtidas manos de los trashumantes seleccionan las mejores piezas y con sumo cuidado son distribuidos para entrar ordenadamente en cajones de madera, especialmente diseñados para que las mulas los transporten. Son dos cajones por mula que se atan a cada costado de los lomos del animal que suman entre quesos, cajones y atalaje unos 100 kilos y al menos se cargan hasta 6 mulas por familia, para bajar casi por su cuenta hasta al punto de encuentro.

Es sábado, día de la feria de los quesos, llegamos a un sector llamado “Rodeito” a 2869 metros sobre el nivel del mar, el abrupto camino de tierra de media montaña termina aquí, vemos muchas mulas cargadas y personas en algunas camionetas que se estacionan en los bordes de la huella en el que es una suerte de fin de quebrada montañosa, que es dividida en dos por un estero cordillerano que baja con su cristalina y fría agua.

Los compradores, llegan hasta acá cada 15 días para esperar a los arrieros que bajan de la alta montaña a dejar los quesos, que cada familia en su veranada es capaz de producir hasta unos 20 a 30 kilos diarios de este subproducto lácteo, dependiendo obviamente de haber encontrado buenos pastizales cordilleranos para sus cabras y con ello mejorar la producción. Son muchas las familias de crianceros que llegan hasta Rodeito, así como otros lugares de los valles de Limarí, Elqui y Choapa donde esta antigua tradición de sustento familiar a dejado sus marcas por generaciones, los quesos son pesados en basculas, hoy por hoy digitales, las mulas descansan y los perros duermen, mientras las horas pasan más lento en estos lugares desde la nada aparecen nuevas caravanas de arrieros montados en sus caballos con media docena de mulas cargadas con este blanco manjar artesanal de la cordillera.

RevistaBIOMA.cl

2023

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