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EL TIPPING POINT DEL BOSQUE ESCLERÓFILO

En una ruta de descubrimiento del entorno natural de la región metropolitana, nos dirigimos al Parque Natural Aguas de Ramón, ubicado en los límites de la comuna de Las Condes y La Reina, un paisaje que se enmarca inevitablemente dentro del rango urbano, tanto que a pesar de ser un hábitat protegido por parte de la Red de Parques Cordillera, se siente el aroma de la ciudad y su contaminación sumergiendo a esta área en la toxicidad de la polución y los contaminantes, en suspensión claramente hasta donde alcanza la vista.
Luego de registrarnos en la recepción del parque, accedemos por la ladera norte, por un sendero denominado los Peumos que nos llevará por un valle que se va cerrando conforme asciende hasta los 1.100 msnm, de alrededor de unos 6.5 kilómetros de subidas y bajadas de intensidad media, la fauna es predominantemente de aves y algunos pequeños ejemplares de herpetofauna como la lagartija tenue o esbelta (Liolahemus tenius) obviamente nos referimos a lo que se puede apreciar en primera instancia del recorrido, se trata de una zona de formación vegetal mediterránea andina, es decir, bosque y matorral esclerófilo que es apreciable entre los 1000 y los 2000 msnm. Ahí siempre es bueno detenerse a saludar al señor Litre (Lithrea caustica) una especie endémica que brota entre el ajetreo de innumerables Diucas (Diuca diuca), así mismo podemos ver cómo se alzan en las laderas hermosos Quillay (Quillaja saponaria) y Bollén (Kageneckia oblonga), en palabras simples el paisaje es sobrecogedor a pesar de la presencia de torres de alta tensión y una ligera neblina de smog que se entromete en la escena natural.
El término esclerófilo es una palabra que proviene del griego sklērós “duro” y phýllon es “hoja”, de ahí que se designa a este tipo de vegetación como de “hoja dura” con una capa de cera y entrenudos cortos que la protege de condiciones climáticas más severas, como sequías o niveles de lluvia altos, así también como bruscos cambios de temperatura entre el día y la noche característica del semiárido. Los bosques esclerófilos sólo existen en cinco lugares del planeta y en Chile se distribuyen por un amplio territorio, desde las laderas occidentales de la Cordillera de la Costa de las regiones de Coquimbo, Valparaíso y Metropolitana hasta la región de O’Higgins, entre los 100–1.300 msnm, a estos se les denomina pisos bioclimáticos mesomediterráneos secos y subhúmedos, inferior hiperoceánico y oceánico.
Durante el transecto sobre nosotros sobrevuela una pareja de cóndores (Vultur gryphus) que buscan las corrientes ascendentes para no gastar energía mientras escanean con sus agudos sentidos especializados algo de alimento en el eterno rol ecosistémico como biodegradadores. Es entonces entre este espectáculo natural de Loicas (Leistes loyca) que pululan entre los matorrales que nos preguntamos sobre el estado de salud de este piso bioclimático, que a pesar de que rebosa de vida, sufre los embates de un cambio climático que se viene posicionando negativamente hace mucho tiempo sobre los delicados ecosistemas y en este caso, también sobre este parque que sufre por la cercanía a una de las ciudades más contaminadas del país. 

 

 

 

En este contexto bioclimático, es apreciable -además investigaciones recientes así lo demuestran- que el bosque esclerófilo se encuentra en un estado de Tipping Point en “un punto de no retorno” donde este asedio antropogénico que ha causado el cambio climático, tiene serias secuelas provocando que este tipo de vegetación vaya perdiendo su capacidad de auto regeneración y sustentabilidad.
Esto por tres factores simples, pero no menos graves, uno de ellos es por cierto el aumento de las temperaturas que van al alza año a año generando sequías, otro factor por todos sabido es el impacto humano directo, como el uso de suelos y la agricultura.
La evolución permitió que los bosques de hoja dura, paulatinamente se adaptaran a los cambios ambientales naturales, no obstante, esta misma capacidad obtenida por millones de años es inútil contra cambios climáticos tan radicales y cortoplacistas como el que experimentamos hoy, casi un 40% de estos bosques están amenazados por estos y otros factores, dando origen a la temida “muerte roja” una suerte de síntoma donde un árbol que se le conoce como “siempre verde” comience a tomar una coloración roja, como si se tratara de un bosque caducifolio, es decir que caduca.   
Mientras la tarde comienza a tomar su lugar en la jornada, al recorrer los senderos que nos permiten obtener panorámicas analíticas de la condición de este ecosistema, es evidente como los bosques regulan las temperaturas ambientales como servidores ecosistémicos principales, su buena salud es vital para sostener el resto del contenido biológico como la flora, la fauna, el agua, incluso el valor paisajístico para las comunidades, que simbióticamente debieran nutrirse de sus recursos, pero ya hace mucho tiempo que ya no es así. En el norte de Chile el Cambio Climático poco a poco consume la energía de este tipo de bosques, impidiendo renovarse. 
Son muchas las iniciativas de instituciones y proyectos de leyes para frenar el Cambio Climático o al menos disminuir su impacto en el planeta, no obstante, son válidos y muy importantes los esfuerzos que hagamos cada uno de nosotros, desde nuestras casas educando a nuestros hijos e hijas en un afán de crear profundos cambios con miras al futuro, tal vez no para el nuestro, pero sí para el de ellos.

Fotografías 
Lorena Huidobro Leiva


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